domingo, 19 de junio de 2016

EL DESAFIO DEL PATRIMONIO DONOSTIARRA


Uno de los grandes desafíos para las ciudades en la era de la globalización es la necesidad de mejora y de revisión de los potenciales y estrategias de futuro; se imponen las  Smart Cities, o ciudades inteligentes, como visión avanzada y moderna de la ciudad, que exalta la importancia de la eficiencia energética, el desarrollo sostenible, la proliferación de redes y sistemas tecnológicos, pero rara vez se preocupa del encaje de la ciudad en términos de patrimonio construido, de memoria histórica, de paisaje urbano. Si la ciudad que se potencia en el imaginario colectivo es una ciudad moderna e inteligente, conviene preguntarse si es inteligente una ciudad que no conserva su patrimonio construido y también, cual es la manera inteligente de hacerlo.
Los recurrentes y lacerantes casos de derribo de edificios históricos en San Sebastián, algunos de ellos consumados, otros en vías de serlo y otros por venir, desde el más famoso del Palacio Bellas Artes hasta el más reciente del edificio de Miracruz 19, nos lleva a cuestionar la manera como se está gestionando el Patrimonio Arquitectónico y Urbanístico en San Sebastián.
Las polémicas en torno a estos casos tienden a focalizarse en el propio edificio y a polarizarse entre defensores de la conservación a ultranza del edificio y partidarios de su derribo. Posteriormente suelen aparecer soluciones de consenso o síntesis que generalmente tienen una loable intención conciliadora, pero que caen por definición en una dudosa validez arquitectónica. Por ello, antes de debatir entre visiones contrapuestas o soluciones “amables”, cabe reflexionar sobre cuál es el modelo de gestión del patrimonio arquitectónico y urbanístico construido más allá de la mera catalogación, a todas luces insuficiente e ineficaz frente a la presión inmobiliaria y turística.
Conviene recordar, como explica Françoise Choay en su Alegoría del Patrimonio que, por un lado, la propia idea de patrimonio es una idea moderna y, por otro lado, que la ciudad tiende a construirse sobre sí misma, es decir, destruyendo lo ya construido. Esto plantea el debate sobre qué se considera Patrimonio y cómo debe gestionarse; cuales son los criterios de catalogación y conservación, y cuáles los de intervención. En resumen, todo aquello que ya técnicamente definen las Ordenanzas Municipales en vigor, pero sin limitarnos a ello. Debemos plantearnos cómo hacer sostenible la catalogación y conservación del patrimonio.  Con qué sistemas de compensación económica para los propietarios de un edificio catalogado, por ejemplo, con qué mecanismos económicos para el fomento de la conservación y revitalización patrimonial, entre los promotores y operadores turísticos, por ejemplo, y con qué formas de promoción, divulgación y emprendimiento.  En definitiva cómo hacer del patrimonio un recurso, e incluso un motor económico viable como ya se hace en otras latitudes, no tan lejanas.
Este planteamiento no es nuevo, otras ciudades compiten y se posicionan internacionalmente mediante reconocimientos y “sellos” como los de la UNESCO que revierten en recursos económicos directos e indirectos. Mientras, San Sebastián sigue apostando por una unívoca protección legal, que a juzgar por el arbitrario baile de catalogaciones y descatalogaciones y por el goteo constante de edificios derribados, no funciona. Y es que paradójicamente, San Sebastián ha construido su imagen e identidad sobre la excelencia y la excepción - “Marco Incomparable”, “Belle Époque”, etc. -  de un entorno, una arquitectura y un urbanismo que, al mismo tiempo, son concienzudamente destruidos, o cuando menos, banalizados.
Se echa en falta una estrategia global, activa y en positivo - no meramente defensiva o conservacionista -  que otorgue un valor añadido a aquello que se considera patrimonio.  Una estrategia que en definitiva, haga de la catalogación de un edificio un plus, incluso comercial, y no una carga. Una visión que haga del patrimonio lo que es: un proyecto de futuro. De lo contrario, corremos el riesgo de romper el lazo existente entre la calidad ambiental real de a ciudad, convirtiéndola en una mera “postal“, banalizada por su propia falta de visión de futuro.
Convendría establecer mecanismos para que, así como el Patrimonio indudablemente contribuye al turismo, éste último sea un motor para su conservación, todo ello en pos de la sostenibilidad de nuestra herencia colectiva. De lo contrario, estaremos poniendo en riesgo el  reconocido atractivo de la ciudad, esa esencia de San Sebastián, mezcla de agraciado marco paisajístico, lúcido urbanismo y arquitectura de calidad en todas las épocas históricas, en otras palabras, su identidad.
La modernidad, la vanguardia y el dinamismo cultural, turístico, económico y de toda índole, no están reñidos con una adecuada conservación del patrimonio arquitectónico y urbanístico, muy al contrario. Pero esta conservación solo será viable y tendrá sentido si se integra en una visión global de la ciudad a futuro.


Pablo García Astrain. Presidente de la Asociación ATARI Cultura Arquitectónica es Arquitecto por la Escuela de Arquitectura de Burdeos y DEA en Proyectos Arquitectónicos por la Escuela de Arquitectura de San Sebastián, y colaboró en el equipo a cargo del Plan Especial de Protección del Patrimonio Urbanístico Catalogado de San Sebastián de 2009.

David Sánchez Bellido miembro de la asociación ATARI Cultura Arquitectónica, es Arquitecto por la Escuela de Arquitectura de San Sebastián y Máster en Conservación y Restauración del  Patrimonio Arquitectónico por  la Escuela de Arquitectura de Madrid.

Artículo publicado en el Diario Vasco del 18 de Junio de 2016. El artículo fue remitido con doble autoria al DV, pero por alguna razón que los autores desconocen únicamente fue publicado con referencia a uno solo de los autores. Entendemos que por cuestiones técnicas.





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