miércoles, 24 de abril de 2013

ARQUITECTURA EN VIAS DE EXTINCION




Avec les moyens de la science et de l’industrie modernes
(ou à venir)
on pourrait très bien déplacer les monuments historiques
et les foutre tous ensemble dans le même quartier
qu’on aurait au préalable rasé
comme ça il y aurait côte à côte la tour Eiffel le Sacré-Cœur Saint-Honoré-d’Eylau
la Sainte Chapelle le Tribunal de Commerce les Deux-Magots
Sainte-Clotilde l’Opéra le musée d’Ennery et cetera
ce qui éviterait aux touristes
de se disperser inconsidérément dans les rues de la ville.

Luis Buñuel.

Estamos supuestamente inmersos en la cultura de la sostenibilidad, la reutilización y el reciclaje. Ya sea esto experimentado como costumbre o como reivindicación. Esos son los nuevos paradigmas, los nuevos mantras para muchos ámbitos culturales, sociales, técnicos y  económicos desde hace ya algunos años. San Sebastián es además la sede del más antiguo y prestigioso Festival de Cine de España, y uno de los mejores de Europa. Algo que sin duda habrá contribuido a su designación como Capital Cultural Europea en 2016. Sin olvidar que esta ciudad es también la sede de la Filmoteca Vasca. En este contexto, no se entiende, cómo un edificio del carácter del Bellas Artes donostiarra pueda estar, primero en el estado de abandono en el que se encuentra actualmente, y segundo, amenazado de derribo para la posterior construcción de un Hotel.

Imagen del estado original del edificio Bellas Artes
El caso del Bellas Artes es el cruce de distintas dinámicas, o más bien distintas inercias que convergen y explican su actual situación, y que son a nuestro entender claramente sintomáticas de un claro estado de decadencia generalizado además de ser fruto de una cierta dejadez en la manera de hacer las cosas.
Primero, existe una cierta cultura del derribo, asimilado a un proceso positivo de modernización entendido como necesario e inexorable, y por lo tanto raramente cuestionado. A menudo esta cultura va de la mano de la cultura del beneficio inmobiliario. Casos previos al del Bellas Artes podemos encontrar en el Banco de Santander en la Avenida de la Libertad obra del Arquitecto Gutiérrez Soto, y que ya pasó a mejor vida ante el silencio generalizado, o la villa firmada por Carvajal en primera línea de la Playa de Ondarreta que también ha desaparecido recientemente.
El caso más sangrante, y que probablemente guarde mayores similitudes con el del edificio Bellas Artes es el de la Fábrica de Gas, con el derribo de quizás la última chimenea industrial que permanecía en San Sebastián, para el posterior resultado que todos conocemos.
La relación, se establece, no solo porque ambos edificios podían guardar cierta semejanza de época y formalización material a pesar de su distinta tipología, sino porque ambos podrían haber sido sede de la Filmoteca Vasca. La Fábrica de Gas, fue fugazmente destinataria de dicho equipamiento, con concurso de ideas arquitectónicas y proyectos incluido. El Bellas Artes podría haber sido una inmejorable sede para la filmoteca si el ayuntamiento hubiese tenido los reflejos suficientes, en su día, para proponer una permuta a los propietarios del Bellas Artes ofreciéndoles a cambio la Fábrica del Gas. De esta manera, la ciudad habría ganado una estupenda sede para la Filmoteca Vasca en un edificio ad hoc, y los propietarios hubiesen dispuesto de un edificio fabril mucho más apto a recibir un hotel y  mejor situado en la ciudad con relación a su entrada, amén de disponer de muchas más posibilidades para  un aparcamiento adaptado a su uso. Actualmente parece que  también existe un hotel programado en la zona de la Fábrica de Gas…. Bonita ocasión perdida.

En esta polémica intervienen diferentes actores, en concreto tres: Propietario privado (SADE), Ayuntamiento y ciudadanía. Cabría mencionar un cuarto actor: los profesionales de la arquitectura. Pero este colectivo como viene siendo habitual ni está ni se le espera.
Repasando en sentido inverso: la ciudadanía en este caso no ha permanecido  pasiva. Hay que remontarse algunos años, ya que la polémica no es reciente, para recordar que la asociación Patrimonio y Ciudad hizo una campaña virulenta en contra de los primeros intentos de derribo. Campaña que, de algún modo, fue fructífera al menos para un tiempo. Hace cosa de dos años, un grupo de espontáneos ocupó el edificio reclamando su uso cultural, y fueron desalojados expeditivamente, demostrándose de paso que hay ocupas y okupas. Pues sí, todavía hay clases… Recientemente se ha constituido también una iniciativa para salvar al edificio de su derribo y a la que se puede seguir en facebook y/o adherirse en change.org.
El ayuntamiento por su lado ha promovido un Plan Especial de Protección del Patrimonio, que incluye como no podía ser de otra manera al edificio Bellas Artes entre los edificios protegidos, aunque con el menor grado de protección. Pero protegido al fin y al cabo. Es cuestionable su protección con carácter ambiental tratándose de un edificio a todas luces singular por su tipología y por su ubicación como remate de la trama del ensanche urbano. Es, además, el último edificio donostiarra construido como cinematógrafo que como tal pervive aún. Pero, el edificio está legalmente protegido. Es una cuestión, in fine, relativa al grado de protección.

En cuanto al actor privado, el propietario del edificio, mucho se ha dicho ya sobre el derecho que le asiste a obtener el mayor beneficio de un solar de su propiedad. Esto también resulta en sí mismo discutible, y de hecho, en el fondo es lo que se discute. Pero bueno, démoslo por válido. Y recordemos de paso, que sería injusto reclamar al sector privado, lo que no se ha reclamado previamente al sector público (el de todos) con casos como el Mercado de la Brecha o el Mercado de San Martín.
La pregunta es, ¿no existe una manera de conseguir conservar el edificio satisfaciendo la necesidad lucrativa asociada al solar en cuestión? ¿Realmente no hay una opción compatible? ¿Cómo es posible, qué es lo que ha fallado y sigue fallando?
La ciudadanía, cada vez más despierta, ha dado la señal de alarma. El ayuntamiento de alguna manera ha cumplido con su obligación: planificar. El propietario privado guarda y reclama su derecho al beneficio… digamos que todos cumplen su papel.
Pero, ¿Dónde están los arquitectos?  O parafraseando a Aizpurua:   ¿Cuándo habrá arquitectura? ¿Cuándo se inyectará un poco de imaginación en todo esto?
Sin duda corresponde a los poderes públicos la salvaguarda del interés general, en este caso, concretado en el interés patrimonial, o en el interés arquitectónico. Y a la ciudadanía por distintos canales, no solo digitales, indicar cuál es ése interés general. Como así ha sido en este y en otros (pocos) casos. Tampoco es menos cierto que es exigible al sector privado una actitud social y medioambientalmente responsable en el ejercicio de su actividad (y esto incluye también el entorno construido). Recordemos de paso que los concursos de ideas y de proyectos no son exclusividad del sector público…
Pero no es menos cierto que es exigible también a los profesionales de la arquitectura, un compromiso ciudadano y una capacidad propositiva que en general brilla por su ausencia en nuestra sociedad. La arquitectura no solo se ejerce por encargo. De hecho, en los tiempos en los que el ejercicio de la arquitectura era algo más militante de lo que es ahora, existía la figura de los contraproyectos, la cual no se limitaba a la formalización de los edificios, sino a su propuesta programática, y a la reflexión general sobre la ciudad.
Me atrevo a pensar que, indirectamente, lo que el caso emblemático de la polémica sobre el edificio del Bellas Artes viene a demostrar es lo disfuncional que está siendo el papel de los arquitectos. Unos arquitectos que abandonaron hace tiempo su rol de acicate y revulsivo cultural para refugiarse en un elitismo intelectual de salón. Pero, en este caso concreto, ya no vale esgrimir una vez más la falta de cultura arquitectónica y de un mínimo de sensibilidad en relación con la arquitectura y el entorno construido de la mayor parte de la ciudadanía. Algo que por otro lado solo es imputable a la nula capacidad de comunicación y empatía de los arquitectos que siempre se han pavoneado de su excelencia técnica y cultural. Aquí ya no hay excusas posibles, los arquitectos han de bajar de su pedestal, han de bajar al ruedo.
El arquitecto y la legendaria capacidad negociadora del proyecto arquitectónico  han de volver. Reclamando concursos de ideas y elaborando contrapuestas si hace falta, para este y otros casos. La arquitectura es ante todo un hecho cultural. Los arquitectos son actores culturales de primer orden. No podemos seguir haciendo dejadez de nuestra responsabilidad cultural. 

       Todo derribo es de algún modo un fracaso, a menudo un fracaso colectivo, el del Bellas Artes, por su historia reciente, sería algo más que el enésimo fracaso de la lista. Por un lado pondría en evidencia lo fatuo de la capitalidad cultural donostiarra con esa mezcla de mercadotecnia cultural y participación ciudadana entendida como coartada, y por otro lado continuaría arrastrando a los arquitectos a su cada vez más cercana irrelevancia.

Pablo García Astrain.
Pdte. ATARI Cultura Arquitectónica.





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